

Martina Talamona tiene apenas 15 años, pero ya cuenta con una experiencia que muchos profesionales aún sueñan: representar a la Argentina en una competencia internacional de robótica y consagrarse campeona. En una entrevista con el portal Universidades Hoy, la estudiante del colegio Galileo Galilei y pasante en el Centro de Altos Estudios en Tecnología Informática (CAETI) contó cómo fue integrar el equipo Sub-19 de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), que obtuvo el primer puesto en la categoría "Rescate Simulado" de la RoboCup 2025.
El certamen, de carácter internacional, reunió a equipos de todo el continente americano y países invitados como Croacia y Eslovenia. "Fue una competencia muy linda, con equipos de Estados Unidos, Brasil, Canadá, México y otros países. Representar a la UAI y a la Argentina fue un orgullo enorme", expresó Martina, quien compartió equipo con Emanuel - su compañero de proyecto- y con los mentores Gonzalo y Richo. También formaron parte del equipo de soporte Tania Arenas, Joaquín Báez y Jesús Aguirre, quienes brindaron apoyo desde Argentina.
En la categoría "Rescate Simulado", los participantes deben desarrollar algoritmos y robots capaces de desplazarse por laberintos que simulan zonas de desastre. El desafío consiste en mapear el entorno, procesar imágenes e identificar señales que representan personas heridas. "Es una forma de acercarse al mundo de la programación, la algoritmia y la robótica aplicada a tareas humanitarias", explicó la joven.
Durante los tres días de competencia, el equipo acumuló el mejor puntaje en las rondas de evaluación, gracias a su desempeño técnico y a una preparación sostenida. “La diferencia la marca la perseverancia y la dedicación. Pasamos muchas horas programando, resolviendo errores y volviendo a intentar. La clave está en no frustrarse y seguir adelante”, destacó.
La experiencia en la RoboCup no solo le permitió a Martina fortalecer sus conocimientos técnicos, sino también ampliar su red de contactos y crecer a nivel personal. “Aunque no lo parezca, el ambiente entre los equipos es muy ameno. Hicimos buena onda con participantes de otros países y esos vínculos quedan. A veces, de una charla puede surgir un proyecto en común más adelante”, contó. Para ella, este tipo de competencias no solo abren puertas laborales, sino que también “abren la cabeza, te hacen pensar distinto y te ayudan a crecer como persona”.
Martina lleva años vinculada al mundo de la robótica. Comenzó a los cinco años en un taller llamado Chalin Tech, y luego potenció su interés a través de actividades escolares. “Siempre lo tomé como un hobby, algo que me gustaba. Las experiencias que tuve, como participar en las Roboligas, me terminaron de conectar del todo con este mundo”.
A pesar de su corta edad, ya ha trabajado en equipo con estudiantes universitarios y se desenvuelve con gran solvencia en proyectos complejos. “Estoy muy agradecida con las personas con las que compartí esta experiencia. Todos fueron muy solidarios y comprometidos”, sostuvo.
Consultada sobre su futuro, Martina no descarta seguir una carrera vinculada a la tecnología, aunque aún no tiene una decisión tomada. “Me gusta mucho este campo. Tiene muchas posibilidades y me parece fascinante. Me interesa seguir explorando”, afirmó.
Hoy, Martina continúa con su formación secundaria, mientras colabora activamente como pasante en el CAETI. Su historia es un ejemplo del potencial que puede desplegarse cuando la vocación se cruza con oportunidades concretas de aprendizaje. “Lo que me pasó no fue solo una cuestión de suerte o privilegio. Fue también una oportunidad que supe tomar, gracias al apoyo que recibí y al amor que le pongo a esto”, reflexionó.
Finalmente, dejó un mensaje para otros jóvenes interesados en la tecnología: “Lo más importante es romper con el estereotipo de que esto es solo para genios. La robótica es algo que se aprende con dedicación y compromiso. Hay que animarse a probar, a preguntar, a equivocarse y a seguir aprendiendo”.
Nota: Federico Lorenzo - Hernán Hamra (Universidades Hoy)