En un contexto global donde la transición energética se acelera, la electrificación del transporte se posiciona como uno de los pilares clave en la agenda de políticas públicas, innovación industrial y planificación urbana. Europa lidera esta transformación con regulaciones ambiciosas, inversiones multimillonarias y una adopción masiva de vehículos eléctricos. En contraste, Argentina exhibe avances tímidos y descoordinados que la dejan rezagada en esta carrera.
Así lo expone el Magíster Ingeniero Alejandro Sureda, director de la Maestría en Movilidad y Gestión Automotriz de la Universidad Austral, en su informe Radiografía de la Electromovilidad en Argentina: Qué tan lejos estamos de Europa. El documento analiza el grado de madurez del país en materia de movilidad eléctrica a partir de cuatro dimensiones clave: adopción de mercado, marco normativo, infraestructura de carga e inversión industrial.
El diagnóstico es contundente. Mientras en Europa uno de cada siete vehículos nuevos es completamente eléctrico, en Argentina esa cifra se reduce a uno cada 700. La gran mayoría de los autos electrificados en el país corresponden a híbridos, que representan el 86 % del segmento. La escasa disponibilidad de modelos, los altos precios y la falta de previsibilidad actúan como barreras para la adopción de los vehículos eléctricos puros.
En cuanto al entorno regulatorio, el país carece de una ley marco nacional y de una fecha definida para dejar de vender autos a combustión, algo que en Europa ya está establecido para 2035. Aunque existen incentivos fiscales en varias jurisdicciones, estos resultan aislados y sin el respaldo de una estrategia integral.
La infraestructura de carga representa uno de los principales cuellos de botella. En todo el país hay apenas 113 puntos públicos de carga registrados, frente a los más de 900.000 que existen en Europa. Esto se traduce en una red 80 veces más pequeña, concentrada en zonas urbanas y con potencia limitada, lo que dificulta su uso para viajes interurbanos.
Desde el punto de vista industrial, si bien existen proyectos incipientes y algunas start-ups enfocadas en vehículos urbanos, la escala es reducida. La inversión total anunciada no supera los cinco millones de dólares, y sólo hay una planta piloto de baterías en funcionamiento. Mientras tanto, Europa proyecta más de 50 gigafactorías de aquí a 2030, con una inversión superior a los 200.000 millones de dólares.
Para Sureda, la oportunidad de desarrollo existe, pero se requiere una planificación estratégica que articule los recursos con los que cuenta el país, como el litio, las energías renovables y el capital humano, junto con políticas públicas coordinadas.
Según advierte el especialista, la movilidad eléctrica puede despegar si se alinean incentivos, infraestructura y producción. De lo contrario, será una década más de oportunidades perdidas.
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Nota: Federico Lorenzo (Universidades Hoy)